SIMPLEMENTE CARLITOS

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SIMPLEMENTE CARLITOS

   

        Desconozco si es por la necesidad de encontrarle un sustituto ahora que está en la parte final de su carrera o por esa costumbre tan propia del ser humano de arrinconar las cosas viejas.

          A estas alturas, y después del arrollador inicio de temporada llevado a cabo por Carlos Alcaraz, son pocos los que dudan del potencial del murciano y muchos los que aseguran que ha nacido una nueva estrella o, como decía el otro día el periodista Nacho Calvo en Televisión Española, tras la victoria del prodigio en el Open 1000 de Madrid, una megaestrella.

         Solo hace falta verle jugar un partido para darse cuenta de que el futuro es suyo. Posee una extraordinaria variedad de golpes, culminados por su demoledora derecha que de pronto descose la pelota como acuna una mansa dejada. Todo ello acompañado de unas piernas privilegiadas y de una cabeza que se presume muy bien amueblada.

       Las comparaciones con Nadal empezaron en la gira norteamericana que tradicionalmente sigue al Open de Australia, donde el mallorquín logro una de las mayores gestas de la historia del tenis. Pronto se comenzó a decir que en breve sería número uno, algunos se atrevieron a asegurar que lograría los mismos éxitos que el trío Nadal, Djokovic y Federer. Incluso oí asegurar a un estudioso en la materia que los superaría.

        Empecé a ver jugar a Carlitos, como a él le gusta que le llamen, la temporada pasada. Me fascinó. Me pareció un tenista mezcla de otros muchos pero con su propia personalidad. Me cautivó su desparpajo y su juego arrollador. Y, como la gran mayoría, deseaba que se convirtiera en el tenista que apuntaba.

    Todo indica que está en el camino correcto. Tiene una familia estructurada que parece darle los consejos y las recomendaciones apropiadas; y un entrenador que, además de haber sido un excelente tenista, fue uno de los jugadores emocionalmente más equilibrados que ha dado el tenis en las últimas décadas. La confirmación a todo esto se dio cuando salió junto a su madre al balcón de su casa en Villena para enseñar el trofeo a todos sus vecinos. Igual que un chaval cuando gana su primera copa.

         La cuestión no deja de ser esa, es un chaval, un crio de 19 años al que se le está comparando día sí y día también con Rafa Nadal, lo cual me parece tan irresponsable como insolente. A nadie se le escapa que al manacorí le queda poca gasolina en el depósito, es ley de vida incluso para un prodigio como él, y eso nos ha hecho pensar en el vacío que dejará semejante ausencia. Pero a cambio de satisfacer nuestra prematura nostalgia, hemos hecho dos cosas mal: a Alcaraz le hemos puesto sobre los hombros una responsabilidad insoportable y por otro lado hemos minimizado la ciclópea carrera de Nadal, como si llegar a igualarla fuera tarea sencilla; cuando objetivamente parece inalcanzable para cualquiera que no sea Federer o Djokovic.

        Todo invita a pensar que Alcaraz tiene un futuro enormemente brillante por delante, pero sería magnífico dejar que fuera quemando las etapas correspondientes, con sus errores y sus aciertos, con sus éxitos y decepciones, con sus dudas y sus certezas. Aunque lo más conveniente sería dejar que fuera Carlitos y no el nuevo Nadal.

EL FRACASO

EL FRACASO           Muchas son las cosas que se dicen sobre el fracaso: forma parte de la vida, si no fracasas